|
El laberinto de la
soledad
En su
libro El laberinto de la soledad escribió para mi
gusto la definición más realista de un Mexicano y de un
Pueblo. Aunque fue en 1950 cuando se publicó, las notas son
tan actuales que parece incluso innecesaria una
adaptación.En ocasiones me pregunto sobre mi conducta, mi
personalidad y mis temores e inseguridades. Me
respondo que es producto de mi educación, el entorno,
mi esencia como individuo, mis experiencias y mi
carácter, algunas veces me gusta otras no. Pero quedé
sorprendido, quizá sentidamente sorprendido cuando
descubrí lo que menciona y deduce Paz. |
 |
Mi personalidad, va
más allá de mis padres, mucho más atrás de abuelos parientes,
tradiciones, invasiones, colonialismo, dictaduras, elecciones. Está
en mi soledad. La soledad ante el mundo, ante oriente y occidente,
me lo enseñó Octavio Paz. Y ahora comprendo a mis compatriotas en
eventos de competiciones internacionales, la tristemente célebre
frase “ya merito”, "hay pa´lotra". Sin embargo estoy
orgulloso por la riqueza cultural y milenaria de mi nación y
mantengo la esperanza de estos nuevos tiempos, aunque finalmente
solo soy un ser humano de entre otros 6 mil millones.
Extracto del capítulo:
"Mascaras Mexicanas", del libro El Laberinto de la
Soledad:
"Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero
o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra
y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa. Plantado en
su arisca soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve
para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el
desprecio, la ironía y la resignación. Tan celoso de su intimidad
como la ajena, ni siquiera se atreve a rozar con los ojos al
vecino: una mirada puede desencadenar la cólera de esas almas
cargadas de electricidad. Atraviesa la vida como desollado, todo
puede herirle, palabras y sospecha de palabras. Su lenguaje está
lleno de reticencias, figuras y alusiones, de puntos suspensivos; en
su silencio hay repliegues, matices, nubarrones, arco iris súbitos,
amenazas indescifrables.
Aun en la
disputa prefiere la expresión velada a la injuria:
“al buen entendedor pocas palabras”. En suma, entre la realidad
y su persona establece una muralla, no por invisible menos
infranqueable, de impasibilidad y lejanía. El mexicano siempre está
lejos, lejos del mundo y de los demás. Lejos, también, de sí
mismo.
El lenguaje popular refleja hasta qué punto nos defendemos del
exterior: el ideal de la “hombría” consiste en “no rajarse”
nunca. Los que se “abren” son cobardes. Para nosotros,
contrariamente a lo que ocurre en otros pueblos, abrirse es una
debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse,
“agacharse”, pero no “rajarse”, esto es, permitir que el
mundo exterior penetre en su intimidad. El “rajado” es de poco
fiar, un traidor o un hombre de dudosa fidelidad que cuenta los
secretos y es incapaz de afrontar los peligros como se debe. Las
mujeres son seres inferiores porque, al entregarse, se abren. Su
inferioridad es constitucional, y radica en su sexo, en su
“rajada”, herida que jamás cicatriza.
El hermetismo es un recurso de nuestro recelo y desconfianza.
Muestra que instintivamente encontramos peligroso al medio que nos
rodea. Esta reacción se justifica si se piensa en lo que ha sido
nuestra historia y en el carácter de la sociedad que hemos
creado...
...Desde niños nos
enseñan a sufrir con dignidad las derrotas, concepción que no
carece de grandeza, y sino todos somos estoicos o impasibles –como
Juárez y Cuauhtemoc- al menos procuramos ser resignados, pacientes
y sufridos. La resignación es una de nuestras virtudes populares
Más que el brillo de la victoria nos conmueve la entereza ante la
adversidad..."
|
La presente
información solo es con fines de divulgación cutural o educativa y
no persigue ningún lucro.
- El Laberinto de la soledad, Paz Octavio.
- La llama Doble, Paz Octavio.
- Posdata, Paz Octavio.
- Documental, Revista Letras Libres.
|